Me encanta el mundo de la bolsa. Tiene su propia sinergia. Es un ente de respiración honda, masa informe y con cara de pocos amigos.
Las oscilaciones y vaivenes, dentro del propio día, poseen un gran componente subjetivo. Es la fuerza de miles de accionistas tirando de los dos extremos de una soga - compradores y vendedores - la que presiona el mercado. Es como la abeja reina de la colmena; lo que importa es la suma, no lo que hace un individuo en particular.
A modo de ejemplo: La figura hombro-cabeza-hombro es una técnica de análisis de la tendencia del mercado, Funciona a largo-medio-corto plazo, y tiene esta forma:
La teoría dice que si se detecta, es muy posible que el mercado baje. Pero , ¿por qué?. He aquí el quid de la cuestión. Funciona porque el individuo la conoce, o mejor dicho, porque la mayoría de la colmena la conoce, sabe que existe ese gráfico y que funciona la mayoría de las veces. Y funciona porque existe, pero también existe porque funciona. Es como una pescadilla que se muerde la cola.
Así que el mercado baja porque la gente conoce el gráfico, y conocen el gráfico porque más les vale, ya que el mercado desciende.
Vale. Vamos.
Ahora yo me invento una figura de tipo chartista, llamemosla -kefrén-keops-micerinos-, y la doy credibilidad, que vaya calando en la sociedad, que el accionista empiece a entender que cuando en sus gráficos detecte este tipo de figura debe actuar en consecuencia.
En innumerables ocasiones, las idas y venidas de la bolsa nada tienen que ver con la solidez de la compañía que hay detrás, o de sus expectativas de futuro. Es mucho más sicológico que todo eso. Que un puñado de inversores mire el gráfico y diga: Anda, un -kefrén keops - micerinos -invertida-.
¡Qué cuco!
martes, 28 de julio de 2009
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